Con guantes de seda

 

“Mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes”, reza un dicho popular.

“Detenido un político en México por ordenar un ataque con ácido contra su exnovia”, tituló el diario español El País, que como varios medios le ha dado seguimiento al caso de la saxofonista y comunicóloga, María Elena Ríos, quien fue rociada con ácido, ordenada presuntamente por el exdiputado del PRI, Juan Antonio Vera Carrizal.

Aunque a partir de una fuerte presión mediática, las autoridades aprehendieron a los autores materiales del ataque, un albañil y su hijo más otra persona que compró dicha sustancia, este lunes, siete meses después de los hechos, el gobierno de Oaxaca anunció la captura de Juan Vera, presunto autor intelectual de este ataque criminal.

Por el modo en que las autoridades presentaron al inculpado, quien se entregó en las instalaciones del C4, en lugar de hacerlo en la Fiscalía General del Estado, filtrando fotografías tomadas por la propia policía, donde aparecen él, sin las esposas correspondientes, y tres jefes policiacos más, se generaron reacciones de una opinión pública que tiene la sospecha que desde el poder oaxaqueño o más arriba, alguien o algunos personajes lo han estado encubriendo y facilitando su defensa, primero para evadirse, se mantuviera oculto tanto tiempo, sin salir del país, y finalmente apareciera, en un aparente acuerdo con sus “captores”.

Todo esto circula en la mente sospechosista de gente que tiene mucho de perspicacia y sentido común, conociendo que muchos políticos del viejo régimen - y hasta del nuevo- se apoyan y hacen causa común cuando tienen cuentas con la justicia. Bueno hasta el hecho de que la prisión preventiva se la hayan dictado enviándolo a un penal de Huajuapan de León, aunque la ley permita estar cerca del Centro de Justicia, lo ha visto la gente con desconfianza, pues el empresario acusado de tentativa de homicidio, tiene la cercanía con sus familiares que a otros detenidos se les niega, acaso porque son pobres o carecen de influencias y dinero.

Otra sospecha del trato preferencial que se le está dando, surgió el miércoles cuando se reveló que Vera había sido trasladado, por unas horas, a un hospital privado para atenderse de un dolor abdominal, lo que retasó la audiencia programada. En contrario, a María Elena las autoridades tardaron tres meses para enviarla, de Oaxaca a un hospital de especialidades, en la ciudad de México, para atenderse de las quemaduras en todo el cuerpo.

Al señor de apellido Vera, se tiene la percepción, se le trata con guantes de seda, porque hay un poder mucho más arriba de cualquier jefe, fiscal o juez, que ha retardado la justicia y como consecuencia, le ha permitido diseñar su estrategia de defensa, mediante ruedas de prensa, filtración de fotografías de la ofendida y aseveraciones familiares de que los hechos no son como se presentan.

Si bien no pueden aplicarse al caso las reformas recientes al código penal que castiga a quien rocíe ácido a una persona hasta con 40 años de prisión, el poder judicial que juzga y el ejecutivo que tiene al ministerio público, tienen la oportunidad de tratar con la severidad que implica un delito cometido por razón de género y dictar la prisión preventiva oficiosa porque el sujeto tiene la capacidad para evadir la acción de la justicia.

Así lo solicitan varios sectores que ven con preocupación que casos similares no se traten con perspectiva de género y se atenúa la pena, ocasionando que se cometan más actos clasistas de impunidad, porque detrás de decisiones judiciales o de procuración de justicia pudieran estarse escondiendo acuerdos políticos, económicos o de otra índole, toda vez que Juan Vera, es propietario de expendios de gasolina y una radiodifusora, fue representante popular del PRI en la pasada legislatura y un activo del tricolor hasta cierto punto poderoso.

En tanto, la agraviada está padeciendo ahora las consecuencias del ataque porque su cuerpo sufrió quemaduras muy graves, perdió un ojo y la movilidad de media cara como consecuencia del odio, cuando ella ya no quiso mantener relaciones con él, hechos demostrables en los mensajes que María Elena guarda en algún lugar secreto, pues teme que alguna autoridad desaparezca las pruebas.

Es lo que, entre otras cosas, ella ha dicho a medios locales, nacionales e internacionales que se interesaron en su sufrimiento, mismo que no prendió, como se pensaba, con organizaciones de derechos humanos, feministas y demás. Hay temor de que a pesar de que ayer se le haya vinculado a proceso, en poco tiempo se le deje en libertad por fallas en el debido proceso o cosa por el estilo. A esto obedecerían los montajes.