Periodismo sicario

 

Lo dijo Jenaro Villamil en su portal www.homozzaping.com: “Ricardo Alemán representa el caso del ‘chayo’ moderno, donde a los periodistas se les encubre el pago de un soborno con financiamiento a sus medios digitales”.

En el país existen empresas periodísticas que venden sus espacios a la iniciativa privada y entidades públicas -cosa que es normal -, pero hay ciertos columnistas y analistas convertidos en micro-empresarios que ponen su pluma al servicio de diversas causas, particularmente gobiernos o partidos Y cobran por ello, simulando una retribución por concepto de publicidad.

El “ejemplo”, puesto en estos días a debate, es la postura reiteradamente enfermiza del columnista Ricardo Alemán, quien no se cansa de colmar de epítetos e insultos a Andrés Manuel López Obrador. Así también lo hacen varios comunicadores en el país, lo cual forma parte del ejercicio, aunque muy cuestionable para muchos lectores, de la libertad de expresión. Pero creyendo que estaba en Venezuela, Alemán colocó el pasado sábado un tuit instigando al crimen, provocando un rechazo generalizado en las redes.

Como consecuencia, Televisa y Once TV cesaron a este conductor, de manera fulminante, de los programas que tenía a su cargo, al igual que en el diario Milenio, donde lo “renunciaron”. A pesar de que horas después dijo haberse arrepentido, jamás ofreció disculpas como sí lo hizo, ya hace tiempo, Joaquín López Dóriga cuando anunció en su cuenta de Twitter la falsa muerte de la periodista Carmen Aristegui.

El mensaje de marras, condenable y éticamente irresponsable dado el clima de tensión existente, evocaba a John Lennon, Gianni Versace o Selena, quienes murieron a manos de fanáticos. Sólo le faltó evocar a Luis Donaldo Colosio, asesinado en Tijuana, en 1994. Como un periodista influye en cierto número de personas, y ahora más en el mundo virtual, no necesitaba apretar el gatillo, sino dirigir la bala, como dice el periodista venezolano, Earle Herrera.

Este caso ilustra, de algún modo, el nivel a que está llegando la violencia verbal y política instrumentada por los “duros” del gobierno, el PRI y la Iniciativa Privada, quienes mantienen una campaña sucia, de odio y de miedo para bajar de las preferencias populares al puntero. A esta “cruzada” a fin de que de ninguna manera triunfe la causa de AMLO y se instale en la presidencia, se suman medios y periodistas a quienes en el gremio se les llama “periodistas de Estado”. Esta frenética actividad mediática, sin embargo, se ha mantenido en los cauces de una encendida contienda electoral, por lo que corresponde a la autoridad electoral y al tribunal en la materia, decidir si es ilegal o no. En respuesta miles de personas defienden a López Obrador masivamente en las redes sociales, en las calles, y asistiendo a sus mítines.

Como en el periodismo no caben los “Alemanes” que ensucian tan digna y sacrificada profesión, corresponde a la sociedad que tiene la verdadera potestad del derecho a la información, impedir que triunfen quienes hacen de la violencia verbal o de cualquier signo, un lamentable modo de comunicación. Bajar la disputa por la Nación a este nivel, lastima nuestra vida democrática.

Los practicantes del periodismo sicario -como lo colocó en su cuenta Julio Hernández, convirtiendo el hashtag en trending topic por más de 24 horas– son aquellos que no conocen de ética ni de responsabilidad social, por lo que no les importa dañar la convivencia pacífica que se espera de cualquier contienda electoral.

El lenguaje virulento, agresivo, tiene el objeto por otra parte, de desalentar, el interés por cumplir nuestra obligación cívica de sufragar. Le conviene al que va perdiendo, o al partido que hace uso electoral del llamado “voto duro”. De ahí que el tema Alemán generó en las redes un rechazo total a una conducta infame, impropia de un profesional del periodismo, que tampoco puede ampararse en el ejercicio de la libertad de expresión. Falló en la ética, la responsabilidad ante su público y en ser consecuente con la conducta de cualquier profesional del periodismo.

Los mexicanos no nos merecemos más “periodismo sicario”, aquél que llama a la eliminación física de un político por más desprestigiados que estén la mayoría de ellos. Si pensamos que alguien no es el adecuado para dirigir el país, la injuria, la calumnia y el vilipendio no es la mejor manera de confrontarlo. No hay que confundir el periodismo político con la crónica policiaca. No obstante, evitar su lectura, cambiar la frecuencia de los medios electrónicos y escoger mejor a quienes ejercen la crítica, es la vacuna a que puede recurrir cualquier lector medianamente informado.

@ernestoreyes14